martes, 14 de agosto de 2012
domingo, 10 de junio de 2012
CORPUS CHRISTI
Historia de la Solemnidad del
Corpus Christi
A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un
movimiento eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124
por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres
eucarísticas, como por ejemplo la exposición y bendición con el Santísimo
Sacramento, el uso de las campanillas durante la consagración en la Misa y la
fiesta del Corpus Christi.
Santa Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años
priora de la Abadía, fue la enviada de Dios para propiciar esta fiesta. La
santa había nacido cerca de Lieja en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue
educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su
profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Murió el 5 de
abril de 1258, en la casa de las monjas cistercienses en Fosses y fue enterrada
en Villiers.
Desde joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al
Santísimo Sacramento. Y siempre anhelaba que se tuviera una fiesta especial en
su honor. Este deseo se dice haber sido intensificado por una visión que tuvo
de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que
significaba la ausencia de esta solemnidad. Juliana comunicó estas apariciones a Mons.
Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, también al docto Dominico
Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en
ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como
en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus
diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera al
año siguiente; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan
escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto se conserva, junto con
algunas partes del oficio.
Mons. Roberto no vivió para ver la realización de su
orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por
primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima
Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por
toda la actual Alemania.
El Papa Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte
en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra
Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el milagro de Bolsena: un sacerdote
que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real.
Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se
fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en
procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales (paño donde
se apoya el pan y el vino durante la Misa) en Orvieto, y también se puede ver
la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.
El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de
varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la
Iglesia por medio de la bula "Transiturus"
del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava
de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que
asistieran a la Santa Misa y al oficio.
Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV
encargó un oficio, la liturgia de las horas, a San Buenaventura y a Santo Tomás
de Aquino; cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por
Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de
1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se
difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en
el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta
fiesta. En 1317 se promulga una recopilación de leyes, por Juan XXII, y así se
extiende la fiesta a toda la Iglesia.
Ninguno de los decretos habla de la procesión con el
Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones
fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se
hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV. La fiesta fue aceptada en
Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Estrasburgo en 1316. En
Inglaterra fue introducida desde Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados
Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del
domingo de la Santísima Trinidad.
En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es
conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los
rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.
Finalmente, el Concilio de Trento declara que muy
piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre,
que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y
venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y
honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En
esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y
verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la
victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Sin embargo, Daroca, una pequeña ciudad aragonesa, se considera
la primera población española y del mundo que estableció una fiesta pública en
honor del Santísimo Sacramento. Antes de que, desde el Mont Cornillón, de
Lieja, se pida la fiesta del Corpus; antes del milagro de Orvieto, Daroca
celebraba ya su fiesta eucarística con extraordinaria solemnidad, trasladando
procesionalmente los Santos Corporales fuera de sus murallas y mostrándolos a
los peregrinos desde la Torreta, extramuros, sobre la que predicó San Vicente
Ferrer.
El milagro sucedió en 1239, cuando las tropas cristianas de las
comunidades de Daroca, Teruel y Calatayud, bajo el mando del general Berenguer
de Entenza, se disponían a conquistar el castillo de Chío, en poder de los
árabes, a 17 kilómetros de Játiva.
Antes de la batalla, el capellán, don Mateo Martínez, rector de
la parroquia de San Cristóbal de Daroca, celebró Misa, consagrando seis Formas
más para la comunión de los capitanes de los tercios, e inmediatamente después
de la consagración se desencadenó un repentino ataque de los moriscos, que
obligó a todos a dejar el sacrificio para enfrentarse con el enemigo, y al
capellán, después de comulgar, ocultó las seis Formas, envueltas en los
corporales, bajo unas piedras, para evitar que pudieran ser profanadas. El
ataque fue superado por los aragoneses. Y al querer el sacerdote rescatar las
Formas ocultas en el pedregal, las encontró tintas en sangre y pegadas a los
corporales.
Patente milagro sirvió de estímulo a las tropas cristianas que,
llevando como bandera los Santos Corporales, obtuvieron sobre los enemigos
decisiva victoria.
Sólo que, enfervorecidos los capitanes y codiciosos de que en los lugares de su origen se guardase la preciosa reliquia, tuvieron que echar a suerte su destino por tres veces, correspondiendo las tres a Daroca; mas, estando disconformes, se decidió, por el general Berenguer de Entenza, que fueran cargados sobre una mula, abandonando a su instinto la decisión divina y dando por bueno el lugar donde la bestia se detuviera. La mula cruzó de largo Teruel, seguida por el séquito procesional para llegar, después de cincuenta leguas de andadura, a las cercanías de Daroca, por cuyas puertas entró hasta detenerse en el entonces hospital de San Marcos. En este momento, aquel 7 de marzo de 1239, dobló las rodillas y cayó muerta, dejando para Daroca el inapreciable tesoro y el singular favor de la guarda de la Preciosísima Sangre de Cristo.
Sólo que, enfervorecidos los capitanes y codiciosos de que en los lugares de su origen se guardase la preciosa reliquia, tuvieron que echar a suerte su destino por tres veces, correspondiendo las tres a Daroca; mas, estando disconformes, se decidió, por el general Berenguer de Entenza, que fueran cargados sobre una mula, abandonando a su instinto la decisión divina y dando por bueno el lugar donde la bestia se detuviera. La mula cruzó de largo Teruel, seguida por el séquito procesional para llegar, después de cincuenta leguas de andadura, a las cercanías de Daroca, por cuyas puertas entró hasta detenerse en el entonces hospital de San Marcos. En este momento, aquel 7 de marzo de 1239, dobló las rodillas y cayó muerta, dejando para Daroca el inapreciable tesoro y el singular favor de la guarda de la Preciosísima Sangre de Cristo.
En 1261, diputados especiales por Daroca y el Cabildo, acudieron
a Roma a fin de informar al Papa Urbano IV sobre el milagro, siendo
introductores de los síndicos los doctores San Buenaventura y Santo Tomás de
Aquino, los cuales inclinaron el ánimo del Pontífice a declarar la solemne
fiesta del Corpus. En 1344 el Papa Eugenio IV concedió la celebración del año
jubilar cada decenio, para conmemorarlo.
Siendo Papa Sixto IV, que había suspendido las indulgencias de la cristiandad por las Cruzadas, firmó la bula Agni Inmaculati, en 1473, por la que se establece la norma definitiva de los años jubilares darocenses. (Escrito de D. Jose Antonio Parra)
Siendo Papa Sixto IV, que había suspendido las indulgencias de la cristiandad por las Cruzadas, firmó la bula Agni Inmaculati, en 1473, por la que se establece la norma definitiva de los años jubilares darocenses. (Escrito de D. Jose Antonio Parra)
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